FRANCISCO DE MIRANDA
EL INVENTOR DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.... DEL SUR.
Los manuales de historia han sido muy injustos con él. Muy pocos personajes han estado en tantos sitios, han conocido tantas celebridades y han protagonizado tantos episodios históricos como Francisco de Miranda. Y en cambio es un gran desconocido en España.
La vida del General Francisco de Miranda (Caracas 1750-Penal de la Carraca, Cádiz 1816), su trayectoria personal y profesional, no tiene parangón posible en la historia reciente porque aúna más facetas que ningún otro. Fue un intelectual de porte, escritor aplicado, militar que luchó en tres continentes y con tres ejércitos diferentes, bibliófilo que logró reunir una d ellas bibliotecas más completas de su época, viajero infatigable que recorrió Europa (por el puro placer de instruirse) durante casi cinco años y un miembro destacado de la masonería que se relacionó con presidentes, monarcas, primeros ministros, políticos, músicos, escritores y con todo aquel que tuviese un papel importante en la historia del mundo en los finales del Siglo de las Luces.
Se le designa en Iberoamérica como “El Precursor”, pero en realidad fue el inductor y autor del andamiaje intelectual de las independencias americanas que se produjeron pocos años después de su muerte. Su archivo personal (la Colombeia, foto izquierda), descansa en la Academia Nacional de la Historia, Caracas, y fue declarado hace dos años por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y figura desde entonces inscrito en el programa “Memory of the World”.
Con todo ello, ¿como es posible que un personaje de tanto relieve la historia lo haya hecho prácticamente invisible? No existe una respuesta que lo aclare al completo, pero, probablemente, el hecho de haber sido maestro y jefe de Bolívar, y que éste acabara entregándolo a las tropas españolas (es el inmenso borrón de tinta con el que pecha la biografía del Libertador) para salvar su propio pellejo, puede aclarar algo. Bolívar pasó a la Historia y Miranda, que fue quien lo introdujo en todo aquello que significara la independencia de las Indias, se hizo transparente. Sus compatriotas le dieron un título, El Precursor, y con tan pomposo nombramiento quedó en la negritud de la historia mundial.
DE SOLDADO A MASON: Con 20 años viajó a Madrid con el objetivo de ingresar en el ejército español, lo hozo comprando una patente de capitán a Von Thurriegel. En su primer viaje desde la Guaira a Cádiz comenzó a escribir los diarios de su vida. Ya como capitán del Regimiento de la Princesa tomó parte en los dos episodios de guerra mas importantes de aquellos años: la defensa de Melilla y la fracasada intentona de conquistar Argel. Harto de la incomprensión que, a su juicio, tenían sus superiores respecto de sus méritos, decidió formar parte de la expedición a la Habana que el Almirante Victorio de Navia encabezó, con el objetivo de reforzar las tropas españolas que iban a tomar parte en la batalla que movilizó al mayor número de efectivos nunca visto en la América hispana: Pensacola (1781), junto a la Florida. Por su participación en aquella importante batalla, decisiva para la futura independencia de los Estados Unidos fue ascendido a teniente coronel.
En su nuevo empleo fue encargado por el gobernador de Cuba de acordar los términos de rendición de las Bahamas, (1782), sin haber disparado un solo tiro, la sola presencia de la flota bloqueando las escapatorias indujo a los ingleses a rendirse. También fue designado por Cagigal para establecer el primer canje de prisioneros con los ingleses en Jamaica. Pero harto de estar perseguido por la Inquisición (que lo acusaba de leer libros prohibidos, incluso de llevar una vida licenciosa) y del acoso que el secretario de Estado contra su persona, bajo una falsa acusación de colaborar con los ingleses (que se resolvió a su favor 16 años después) optó por abandonar el Ejército en la habana e iniciar (con permiso expreso del gobernador) un viaje en 1785 por los EE.UU., donde se inició en la masonería, trató al presidente George Washington, se hizo amigo del ministro de guerra y de otro de los padres de la independencia americana, Samuel Adams.
UN LARGO PERIPLO POR EUROPA: De los EE.UU. partió para Londres a finales de 1784, cargado con una ristra de baúles que contenían sus libros y macerando la idea de preparar una invasión del sur del continente para liberar aquellas tierras del dominio español, tal y como había establecido a lo largo de muchas conversaciones con el general Henry Knox, cuando ambos confiaban en una fuerza expedicionaria de 5,000 voluntarios que pudiese cambiar el rumbo de la historia en la América sometida al dominio español.
Al poco de llegar a Londres dirigió un largo escrito al rey Carlos III donde ponía de manifiesto la persecución de que era objeto y solicitaba que se le reembolsaran los 85,000 reales de vellón que había pagado por su patente de capitán. Sin esperar una respuesta optó, acompañado por su amigo William Smith por iniciar un gran viaje, su Grand Tour, que le mantuvo por Europa durante los siguientes cinco años. Visitó Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Hungría, Polonia, Italia, Grecia, Turquía, Dinamarca, Suecia y Rusia. En este último país hizo gran amistad con Grygory Potemkin y fue acogido por la emperatriz Catalina II como un huésped especial(se supone que incluso como amante). A partir de entonces viajó con pasaporte ruso (y con el título de coronel del Regimiento de Catherineslaw) bajo nombres falsos, ya que en todos los países que visitaba se encontró con que los embajadores españoles reclamaban su detención para enviarlo preso a la península.
En su Big Trip conoció a Gustavo II de Suecia, a Estanislao III de Polonia, al músico Haydn, al escritor Gibbon, al abate Raynal (autor del libro más perseguido por la Inquisición) a multitud de políticos, embajadores y miembros de la nobleza europea.
Ya de regreso en Londres, 1790, fue presentado al primer ministro británico, William Pitt, al que mostró un plan para invadir el sur del continente americano y durante casi dos años mantuvo reuniones al más alto nivel con miembros del gobierno recabando ayuda para su proyecto de emancipación de la Gran Colombia.
Cansado de recibir buenas palabras pero no la ayuda oficial, viajó en la primavera de 1792 a París, donde la Revolución estaba en uno de sus puntos más álgidos. Con cartas de presentación conoció a los principales revolucionarios, trabó amistad con el alcalde de París, con el ministro Roland, numerosos políticos y recibió una oferta que no le era posible rechazar: ser general en jefe del Ejército francés que luchaba en Bélgica. Al mando de 70,000 hombres (entre ellos Felipe de Orleans, futuro rey de Francia) participó en la toma de Lieja, de Amberes y en la famosa batalla de Valmy, hasta que el jefe supremo del Ejército del Norte le ordenó que conquistase Maastricht.
En el fragor de esta operación, cuando llevaba varios días bombardeando la plaza, fue sorprendido en su retaguardia por las tropas prusianas y tuvo que abandonar y replegarse hacia Lieja. Posteriormente volvió a ser derrotado, siendo acusado por Dumouriez de haber desertado y no haber cumplido las órdenes que tenía, lo que le obligó a viajar a París para defenderse ante la Convención Nacional mientras aquel se pasaba al campo enemigo y ponía al descubierto sus verdaderos planes: acusando a Miranda pretendía salvar su pellejo.
EL SUEÑO TRUNCADO: aunque fue absuelto y logró evadirse del patíbulo, Miranda volvió a ser acusado por Robespierre de traición a la Revolución y en la primavera de 1793 ingresó en la cárcel de La Force, donde conoció a madame Custine y se convirtió en su amante. Tras varios meses fue puesto en libertad y volvió a relacionarse con numerosos dirigentes franceses, entre ellos Napoleón Bonaparte, que dijo de él que era un Quijote sin locura y que llevaba el fuego sagrado de la libertad en la sangre. Pero la libertad le duró poco, ya que fue falsamente acusado de conspirar a favor de la monarquía e ingresó de nuevo en prisión.
A finales de 1797 consiguió la libertad, se reunió con otros suramericanos en París y redacto una docena de folios, el acta de la futura independencia de los países americanos sometidos a la Corona española.
De regreso a Londres en 1798 negoció de nuevo un plan de invasión del sur del continente americano con William Pitt, que fue dilatándose en el tiempo sin que acabara de sustanciarse. Otra vez volvió a París para reivindicar su honor y reclamar los haberes que como general le adeudaban, pero fue detenido por orden del ministro del Interior, encarcelado y puesto meses más tarde en libertad.
Tardó tres años en conseguir apoyos financieros y con dinero, cartas de presentación y su aureola de impulsor de las independencias americanas salió a finales de 1805 hacia Nueva York, donde fue recibido con héroe. En tres meses logró organizar un pequeño ejército de voluntarios, adquirió una fragata, en la que trasladó la primera imprenta de Venezuela; comunicó sus planes al presidente Jefferson y en Enero de 1806 salió hacia las costas de la Gran Colombia llevando como edecán al hijo de su amigo Smith, nieto del futuro presidente Adams.
Al final, con ocho barcos y trescientos voluntarios invadió Venezuela por la Vela, pero la expedición resultó un fracaso por que no encontró, como creía, apoyo en la población. Esto le costo una orden de busca y captura, incluso las autoridades españolas pusieron precio a su cabeza, 30,000 pesos.
Miranda había diseñado una nueva bandera tricolor, que actualmente es la oficial en Venezuela, Colombia y Ecuador, fue el primer comandante en jefe de la Armada suramericana, creo el primer ejercito revolucionario, pero no consiguió su objetivo. Después de pasar un año en Trinidad meditando el futuro, regresó a Londres en 1807, donde reinició sus contactos con el gobierno y logró un compromiso para que una fuerza expedicionaria de 10,000 soldados saliera de un puerto irlandés para invadir de nuevo la Gran Colombia.
Cuando ya parecía que los sueños se convertían en realidad, Inglaterra cambió los planes inesperadamente y decidió que las tropas preparadas para América acudieran al socorro de España, invadida por el ejercito napoleónico. Wellington le ofreció incluso sumarse a la expedición británica, pero el general Francisco de Miranda mantuvo su posición y optó por convertirse en propagandista desde Londres, creando el periódico “El Colombiano”.
En 1810 recibió a tres comisionados venezolanos, entre ellos Simón Bolivar, que le comunicaron la decisión de la Junta de Caracas de luchar por la independencia aprovechando la situación de España, y solicitarle que se uniese para encabezar el movimiento emancipador.
A finales de ese año decidió regresar a Venezuela, cuarenta después de haber salido, y fue recibido con honores de héroe, nombrado diputado de la nueva asamblea constituyente y acabó por encarnar la figura que llevase sobres sus espaldas, la dura tarea de conseguir la liberación total, no solo de Venezuela sino también del resto de Suramérica. Así, impulsó la declaración de independencia en julio de 1811, la primera formal en la parte sur del continente, un hecho de gran valor simbólico pero de nulas consecuencias inmediatas, y acabó siendo designado generalísimo del flamante ejército libertador, otorgándole Venezuela todos los poderes que emanaban de la nueva situación.
España, entonces, envió tropas para sofocar la rebelión, atacó por Puerto Cabello y dejó en cueros vivos al propio Simón Bolívar, que tuvo que abandonar la población con la escasa docena de soldados que le quedaron vivos, tras ver como la fortaleza militar se sublevaba en favor de los realistas e izaba en el mástil la bandera de España. Para complicar más aún la nueva situación de desamparo, el jueves santo de 1812 ocurrió una catástrofe natural, un gran terremoto que asoló numerosas ciudades (Caracas entre ellas), que cambió el curso de la incipiente guerra liberadora.
Miranda reorganizó sus menguadas tropas pero, a la vista del cúmulo de desgracias que veía por doquier, acabó capitulando ante el comandante español Domingo de Monteverde para evitar males mayores y , sobre todo, para reorganizar el ejército y preparar una nueva invasión del continente desde Trinidad. En la capitulación las tropas españolas se comprometían a no hacer prisioneros entre quienes se hubiese sublevado; un sueño que jamás se cumplió.
LA TRAICIÓN DE BOLIVAR: algunos de sus compañeros de armas, sobre todo, Bolívar, no asimilaron la nueva situación y acusaron a Miranda de traidor, de rendirse antes de tiempo y de desconocer el estado real de las tropas españolas antes de tomar una decisión de tanto alcance como la capitulación. Un 31 de julio de 1812 fue detenido en la comandancia de La Guaira mientras dormía, por un grupo de militares que encabezaba Bolívar, sin darle explicación alguna, y acabó siendo entregado a las tropas españolas, que no respetaron los términos firmados en el armisticio y lo encarcelaron en dos prisiones venezolanas, luego en el fuerte San Felipe de San Juan de Puerto Rico y más tarde en La Carraca, Cádiz, donde murió de una apoplejía en 1816 cuando tenía un plan para escapar de la prisión y regresar desde Gibraltar a Londres para continuar con su labor emancipadora.
Francisco de Miranda fue un reo de Estado sobre el que no hubo juicio ni acusación formal. Su nombre figura en el Arco del Triunfo de París, junto a los otros 557 generales del Imperio Francés en toda su historia. Es el único iberoamericano que ha recibido tal honor y, aunque un gran desconocido en Europa, es designado en América como El Precursor, el hombre que “inventó” la independencia de aquella parte del mundo, aunque luego se volviera invisible a los ojos de sus ciudadanos.
PD: Disculpen lo largo del artículo, he resumido, y seguramente se podría hacer más y mejor, pero me parecía volver a “diseccionar”, recortar..... y dejar en una mera notita una vida tan interesante, un personaje de tal calibre.
Por FERMIN GOÑI, Periodista y escritor. Su último libro publicado es “Los sueños de un Libertador” (Roca Editorial), novela inspirada en la vida de Francisco de Miranda.
Resumen de un articulo en Revista Clio, num. 96
EL INVENTOR DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.... DEL SUR.
Los manuales de historia han sido muy injustos con él. Muy pocos personajes han estado en tantos sitios, han conocido tantas celebridades y han protagonizado tantos episodios históricos como Francisco de Miranda. Y en cambio es un gran desconocido en España.
La vida del General Francisco de Miranda (Caracas 1750-Penal de la Carraca, Cádiz 1816), su trayectoria personal y profesional, no tiene parangón posible en la historia reciente porque aúna más facetas que ningún otro. Fue un intelectual de porte, escritor aplicado, militar que luchó en tres continentes y con tres ejércitos diferentes, bibliófilo que logró reunir una d ellas bibliotecas más completas de su época, viajero infatigable que recorrió Europa (por el puro placer de instruirse) durante casi cinco años y un miembro destacado de la masonería que se relacionó con presidentes, monarcas, primeros ministros, políticos, músicos, escritores y con todo aquel que tuviese un papel importante en la historia del mundo en los finales del Siglo de las Luces.
Se le designa en Iberoamérica como “El Precursor”, pero en realidad fue el inductor y autor del andamiaje intelectual de las independencias americanas que se produjeron pocos años después de su muerte. Su archivo personal (la Colombeia, foto izquierda), descansa en la Academia Nacional de la Historia, Caracas, y fue declarado hace dos años por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y figura desde entonces inscrito en el programa “Memory of the World”.
Con todo ello, ¿como es posible que un personaje de tanto relieve la historia lo haya hecho prácticamente invisible? No existe una respuesta que lo aclare al completo, pero, probablemente, el hecho de haber sido maestro y jefe de Bolívar, y que éste acabara entregándolo a las tropas españolas (es el inmenso borrón de tinta con el que pecha la biografía del Libertador) para salvar su propio pellejo, puede aclarar algo. Bolívar pasó a la Historia y Miranda, que fue quien lo introdujo en todo aquello que significara la independencia de las Indias, se hizo transparente. Sus compatriotas le dieron un título, El Precursor, y con tan pomposo nombramiento quedó en la negritud de la historia mundial.
DE SOLDADO A MASON: Con 20 años viajó a Madrid con el objetivo de ingresar en el ejército español, lo hozo comprando una patente de capitán a Von Thurriegel. En su primer viaje desde la Guaira a Cádiz comenzó a escribir los diarios de su vida. Ya como capitán del Regimiento de la Princesa tomó parte en los dos episodios de guerra mas importantes de aquellos años: la defensa de Melilla y la fracasada intentona de conquistar Argel. Harto de la incomprensión que, a su juicio, tenían sus superiores respecto de sus méritos, decidió formar parte de la expedición a la Habana que el Almirante Victorio de Navia encabezó, con el objetivo de reforzar las tropas españolas que iban a tomar parte en la batalla que movilizó al mayor número de efectivos nunca visto en la América hispana: Pensacola (1781), junto a la Florida. Por su participación en aquella importante batalla, decisiva para la futura independencia de los Estados Unidos fue ascendido a teniente coronel.
En su nuevo empleo fue encargado por el gobernador de Cuba de acordar los términos de rendición de las Bahamas, (1782), sin haber disparado un solo tiro, la sola presencia de la flota bloqueando las escapatorias indujo a los ingleses a rendirse. También fue designado por Cagigal para establecer el primer canje de prisioneros con los ingleses en Jamaica. Pero harto de estar perseguido por la Inquisición (que lo acusaba de leer libros prohibidos, incluso de llevar una vida licenciosa) y del acoso que el secretario de Estado contra su persona, bajo una falsa acusación de colaborar con los ingleses (que se resolvió a su favor 16 años después) optó por abandonar el Ejército en la habana e iniciar (con permiso expreso del gobernador) un viaje en 1785 por los EE.UU., donde se inició en la masonería, trató al presidente George Washington, se hizo amigo del ministro de guerra y de otro de los padres de la independencia americana, Samuel Adams.
UN LARGO PERIPLO POR EUROPA: De los EE.UU. partió para Londres a finales de 1784, cargado con una ristra de baúles que contenían sus libros y macerando la idea de preparar una invasión del sur del continente para liberar aquellas tierras del dominio español, tal y como había establecido a lo largo de muchas conversaciones con el general Henry Knox, cuando ambos confiaban en una fuerza expedicionaria de 5,000 voluntarios que pudiese cambiar el rumbo de la historia en la América sometida al dominio español.
Al poco de llegar a Londres dirigió un largo escrito al rey Carlos III donde ponía de manifiesto la persecución de que era objeto y solicitaba que se le reembolsaran los 85,000 reales de vellón que había pagado por su patente de capitán. Sin esperar una respuesta optó, acompañado por su amigo William Smith por iniciar un gran viaje, su Grand Tour, que le mantuvo por Europa durante los siguientes cinco años. Visitó Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Hungría, Polonia, Italia, Grecia, Turquía, Dinamarca, Suecia y Rusia. En este último país hizo gran amistad con Grygory Potemkin y fue acogido por la emperatriz Catalina II como un huésped especial(se supone que incluso como amante). A partir de entonces viajó con pasaporte ruso (y con el título de coronel del Regimiento de Catherineslaw) bajo nombres falsos, ya que en todos los países que visitaba se encontró con que los embajadores españoles reclamaban su detención para enviarlo preso a la península.
En su Big Trip conoció a Gustavo II de Suecia, a Estanislao III de Polonia, al músico Haydn, al escritor Gibbon, al abate Raynal (autor del libro más perseguido por la Inquisición) a multitud de políticos, embajadores y miembros de la nobleza europea.
Ya de regreso en Londres, 1790, fue presentado al primer ministro británico, William Pitt, al que mostró un plan para invadir el sur del continente americano y durante casi dos años mantuvo reuniones al más alto nivel con miembros del gobierno recabando ayuda para su proyecto de emancipación de la Gran Colombia.
Cansado de recibir buenas palabras pero no la ayuda oficial, viajó en la primavera de 1792 a París, donde la Revolución estaba en uno de sus puntos más álgidos. Con cartas de presentación conoció a los principales revolucionarios, trabó amistad con el alcalde de París, con el ministro Roland, numerosos políticos y recibió una oferta que no le era posible rechazar: ser general en jefe del Ejército francés que luchaba en Bélgica. Al mando de 70,000 hombres (entre ellos Felipe de Orleans, futuro rey de Francia) participó en la toma de Lieja, de Amberes y en la famosa batalla de Valmy, hasta que el jefe supremo del Ejército del Norte le ordenó que conquistase Maastricht.
En el fragor de esta operación, cuando llevaba varios días bombardeando la plaza, fue sorprendido en su retaguardia por las tropas prusianas y tuvo que abandonar y replegarse hacia Lieja. Posteriormente volvió a ser derrotado, siendo acusado por Dumouriez de haber desertado y no haber cumplido las órdenes que tenía, lo que le obligó a viajar a París para defenderse ante la Convención Nacional mientras aquel se pasaba al campo enemigo y ponía al descubierto sus verdaderos planes: acusando a Miranda pretendía salvar su pellejo.
EL SUEÑO TRUNCADO: aunque fue absuelto y logró evadirse del patíbulo, Miranda volvió a ser acusado por Robespierre de traición a la Revolución y en la primavera de 1793 ingresó en la cárcel de La Force, donde conoció a madame Custine y se convirtió en su amante. Tras varios meses fue puesto en libertad y volvió a relacionarse con numerosos dirigentes franceses, entre ellos Napoleón Bonaparte, que dijo de él que era un Quijote sin locura y que llevaba el fuego sagrado de la libertad en la sangre. Pero la libertad le duró poco, ya que fue falsamente acusado de conspirar a favor de la monarquía e ingresó de nuevo en prisión.
A finales de 1797 consiguió la libertad, se reunió con otros suramericanos en París y redacto una docena de folios, el acta de la futura independencia de los países americanos sometidos a la Corona española.
De regreso a Londres en 1798 negoció de nuevo un plan de invasión del sur del continente americano con William Pitt, que fue dilatándose en el tiempo sin que acabara de sustanciarse. Otra vez volvió a París para reivindicar su honor y reclamar los haberes que como general le adeudaban, pero fue detenido por orden del ministro del Interior, encarcelado y puesto meses más tarde en libertad.
Tardó tres años en conseguir apoyos financieros y con dinero, cartas de presentación y su aureola de impulsor de las independencias americanas salió a finales de 1805 hacia Nueva York, donde fue recibido con héroe. En tres meses logró organizar un pequeño ejército de voluntarios, adquirió una fragata, en la que trasladó la primera imprenta de Venezuela; comunicó sus planes al presidente Jefferson y en Enero de 1806 salió hacia las costas de la Gran Colombia llevando como edecán al hijo de su amigo Smith, nieto del futuro presidente Adams.
Al final, con ocho barcos y trescientos voluntarios invadió Venezuela por la Vela, pero la expedición resultó un fracaso por que no encontró, como creía, apoyo en la población. Esto le costo una orden de busca y captura, incluso las autoridades españolas pusieron precio a su cabeza, 30,000 pesos.
Miranda había diseñado una nueva bandera tricolor, que actualmente es la oficial en Venezuela, Colombia y Ecuador, fue el primer comandante en jefe de la Armada suramericana, creo el primer ejercito revolucionario, pero no consiguió su objetivo. Después de pasar un año en Trinidad meditando el futuro, regresó a Londres en 1807, donde reinició sus contactos con el gobierno y logró un compromiso para que una fuerza expedicionaria de 10,000 soldados saliera de un puerto irlandés para invadir de nuevo la Gran Colombia.
Cuando ya parecía que los sueños se convertían en realidad, Inglaterra cambió los planes inesperadamente y decidió que las tropas preparadas para América acudieran al socorro de España, invadida por el ejercito napoleónico. Wellington le ofreció incluso sumarse a la expedición británica, pero el general Francisco de Miranda mantuvo su posición y optó por convertirse en propagandista desde Londres, creando el periódico “El Colombiano”.
En 1810 recibió a tres comisionados venezolanos, entre ellos Simón Bolivar, que le comunicaron la decisión de la Junta de Caracas de luchar por la independencia aprovechando la situación de España, y solicitarle que se uniese para encabezar el movimiento emancipador.
A finales de ese año decidió regresar a Venezuela, cuarenta después de haber salido, y fue recibido con honores de héroe, nombrado diputado de la nueva asamblea constituyente y acabó por encarnar la figura que llevase sobres sus espaldas, la dura tarea de conseguir la liberación total, no solo de Venezuela sino también del resto de Suramérica. Así, impulsó la declaración de independencia en julio de 1811, la primera formal en la parte sur del continente, un hecho de gran valor simbólico pero de nulas consecuencias inmediatas, y acabó siendo designado generalísimo del flamante ejército libertador, otorgándole Venezuela todos los poderes que emanaban de la nueva situación.
España, entonces, envió tropas para sofocar la rebelión, atacó por Puerto Cabello y dejó en cueros vivos al propio Simón Bolívar, que tuvo que abandonar la población con la escasa docena de soldados que le quedaron vivos, tras ver como la fortaleza militar se sublevaba en favor de los realistas e izaba en el mástil la bandera de España. Para complicar más aún la nueva situación de desamparo, el jueves santo de 1812 ocurrió una catástrofe natural, un gran terremoto que asoló numerosas ciudades (Caracas entre ellas), que cambió el curso de la incipiente guerra liberadora.
Miranda reorganizó sus menguadas tropas pero, a la vista del cúmulo de desgracias que veía por doquier, acabó capitulando ante el comandante español Domingo de Monteverde para evitar males mayores y , sobre todo, para reorganizar el ejército y preparar una nueva invasión del continente desde Trinidad. En la capitulación las tropas españolas se comprometían a no hacer prisioneros entre quienes se hubiese sublevado; un sueño que jamás se cumplió.
LA TRAICIÓN DE BOLIVAR: algunos de sus compañeros de armas, sobre todo, Bolívar, no asimilaron la nueva situación y acusaron a Miranda de traidor, de rendirse antes de tiempo y de desconocer el estado real de las tropas españolas antes de tomar una decisión de tanto alcance como la capitulación. Un 31 de julio de 1812 fue detenido en la comandancia de La Guaira mientras dormía, por un grupo de militares que encabezaba Bolívar, sin darle explicación alguna, y acabó siendo entregado a las tropas españolas, que no respetaron los términos firmados en el armisticio y lo encarcelaron en dos prisiones venezolanas, luego en el fuerte San Felipe de San Juan de Puerto Rico y más tarde en La Carraca, Cádiz, donde murió de una apoplejía en 1816 cuando tenía un plan para escapar de la prisión y regresar desde Gibraltar a Londres para continuar con su labor emancipadora.
Francisco de Miranda fue un reo de Estado sobre el que no hubo juicio ni acusación formal. Su nombre figura en el Arco del Triunfo de París, junto a los otros 557 generales del Imperio Francés en toda su historia. Es el único iberoamericano que ha recibido tal honor y, aunque un gran desconocido en Europa, es designado en América como El Precursor, el hombre que “inventó” la independencia de aquella parte del mundo, aunque luego se volviera invisible a los ojos de sus ciudadanos.
PD: Disculpen lo largo del artículo, he resumido, y seguramente se podría hacer más y mejor, pero me parecía volver a “diseccionar”, recortar..... y dejar en una mera notita una vida tan interesante, un personaje de tal calibre.
Por FERMIN GOÑI, Periodista y escritor. Su último libro publicado es “Los sueños de un Libertador” (Roca Editorial), novela inspirada en la vida de Francisco de Miranda.
Resumen de un articulo en Revista Clio, num. 96