secuestro en Latinoamérica, que ocupa el primer lugar en el mundo con el 75% de los casos, se ha convertido en una trasnacional que opera principalmente con fines económicos, aunque los más conocidos son los de carácter político.
La cooperación entre sectores radicales, grupos guerrilleros y bandas de delincuencia común toma cada vez más fuerza en los secuestros políticos, producto de la lenta, pero inevitable integración regional.
Las cada vez más difusas fronteras han permitido a los secuestradores estrechar relaciones con otros de países vecinos, e incluso hoy se habla del trasiego de rehenes, como el que insinúa el gobierno colombiano se hizo con Ingrid Betancourt, quien acaba de cumplir cinco años en poder de la guerrilla de las FARC.
Colombia, hasta hace poco el país con más secuestros del mundo, es el que más se queja de la existencia de esa red trasnacional y acusa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de “exportar“ sus técnicas a la región y de usar las zonas selváticas de frontera para llevar a los rehenes a otros países.
La cooperación de los rebeldes colombianos se evidenció en 2005, cuando el gobierno paraguayo responsabilizó a las FARC de asesorar a militantes del sector radical del Partido Patria Libre (PPL) para que secuestrasen en septiembre de 2004 a la hija mayor del ex presidente de Paraguay Raúl Cubas (1998-1999).
El cadáver de Cecilia Cubas fue encontrado cinco meses después en una fosa cavada en una vivienda de las afueras de Asunción, pese a que su familia pagó 300 mil dólares de rescate.
La organización responsable también es acusada de sonados secuestros, como el de la nuera del ex ministro de Hacienda Enzo Debernardi, en 2002.
Los casos que involucran a movimientos guerrilleros de otros países también han tenido como escenario a Bolivia, donde en 1995 el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) de Perú tomó como rehén al actual jefe de la centrista Unidad Nacional y miembro de la Asamblea Constituyente, Samuel Doria Medina.
El dinero que se entregó por la liberación de Doria Medina, ex ministro de Planeación, fue usado por los insurgentes para planear y ejecutar dos años después el asalto a la embajada japonesa en Lima.
En Brasil el secuestro también ha involucrado a organizaciones rebeldes latinoamericanas que pretendían financiar sus acciones con la extorsión a empresarios.
En 1989 cinco miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, junto con dos militantes argentinos, dos canadienses y un brasileño secuestraron al empresario de Brasil Abilio Diniz.
Años después, un grupo de extremistas integrado por tres chilenos, dos colombianos y una argentina nacionalizada española, y liderado por Mauricio Hernández Norambuena, un conocido ex guerrillero de Chile, secuestró en 2001 a un publicista brasileño con la finalidad de obtener recursos para financiar su movimiento.
Una de las retenciones por causas políticas que tuvo resonancia ocurrió el 2 de enero de 1994 en México, cuando un día después de alzarse en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomó como rehén al general retirado y ex gobernador del estado de Chiapas Absalón Castellanos, a quien liberaron días después.
Asimismo, Costa Rica ha sufrido casos de secuestros por parte de bandas internacionales aliadas con delincuentes locales.
El caso más reseñado fue el secuestro en 1996 de la alemana Nicola Fleuchaus y la suiza Regula Susana Siegfried por parte de un comando integrado por costarricenses y ex guerrilleros nicaragüenses que negociaron la liberación con los familiares de las europeas.
Otro de los casos que tuvo un amplio despliegue en 1992 fue el del entonces ministro costarricense de Seguridad, Luis Fishman, a manos del hondureño Orlando Ordóñez, que se las arregló para llevar a su rehén a Honduras en avión y exigir el pago de 100 mil dólares por su liberación.
Ese traslado de rehenes a otros países también se presentó en Argentina en 2003, cuando el joven Cristian Schaerer fue secuestrado y presuntamente llevado a Paraguay.
En los años 70 el secuestro era una práctica común de los grupos rebeldes para reclamar reivindicaciones sociales, pero hoy las víctimas son más empresarios y diplomáticos a cambio de rescate.
El banquero panameño Sam Kardonsky fue secuestrado en 1984 en su país por rebeldes colombianos y entregado en Ecuador en noviembre de 1985 tras el pago de una suma de dinero.
Las FARC también secuestraron en esa nación en enero de 2006 al médico español José Colastra y su hijo, quienes fueron liberados días después de pagar por su libertad.
http://www.educweb.org/webnews/ColNews-Mar07/Spanish/Articles/SefortaleceelsecuestroenA.html
La cooperación entre sectores radicales, grupos guerrilleros y bandas de delincuencia común toma cada vez más fuerza en los secuestros políticos, producto de la lenta, pero inevitable integración regional.
Las cada vez más difusas fronteras han permitido a los secuestradores estrechar relaciones con otros de países vecinos, e incluso hoy se habla del trasiego de rehenes, como el que insinúa el gobierno colombiano se hizo con Ingrid Betancourt, quien acaba de cumplir cinco años en poder de la guerrilla de las FARC.
Colombia, hasta hace poco el país con más secuestros del mundo, es el que más se queja de la existencia de esa red trasnacional y acusa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de “exportar“ sus técnicas a la región y de usar las zonas selváticas de frontera para llevar a los rehenes a otros países.
La cooperación de los rebeldes colombianos se evidenció en 2005, cuando el gobierno paraguayo responsabilizó a las FARC de asesorar a militantes del sector radical del Partido Patria Libre (PPL) para que secuestrasen en septiembre de 2004 a la hija mayor del ex presidente de Paraguay Raúl Cubas (1998-1999).
El cadáver de Cecilia Cubas fue encontrado cinco meses después en una fosa cavada en una vivienda de las afueras de Asunción, pese a que su familia pagó 300 mil dólares de rescate.
La organización responsable también es acusada de sonados secuestros, como el de la nuera del ex ministro de Hacienda Enzo Debernardi, en 2002.
Los casos que involucran a movimientos guerrilleros de otros países también han tenido como escenario a Bolivia, donde en 1995 el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) de Perú tomó como rehén al actual jefe de la centrista Unidad Nacional y miembro de la Asamblea Constituyente, Samuel Doria Medina.
El dinero que se entregó por la liberación de Doria Medina, ex ministro de Planeación, fue usado por los insurgentes para planear y ejecutar dos años después el asalto a la embajada japonesa en Lima.
En Brasil el secuestro también ha involucrado a organizaciones rebeldes latinoamericanas que pretendían financiar sus acciones con la extorsión a empresarios.
En 1989 cinco miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, junto con dos militantes argentinos, dos canadienses y un brasileño secuestraron al empresario de Brasil Abilio Diniz.
Años después, un grupo de extremistas integrado por tres chilenos, dos colombianos y una argentina nacionalizada española, y liderado por Mauricio Hernández Norambuena, un conocido ex guerrillero de Chile, secuestró en 2001 a un publicista brasileño con la finalidad de obtener recursos para financiar su movimiento.
Una de las retenciones por causas políticas que tuvo resonancia ocurrió el 2 de enero de 1994 en México, cuando un día después de alzarse en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomó como rehén al general retirado y ex gobernador del estado de Chiapas Absalón Castellanos, a quien liberaron días después.
Asimismo, Costa Rica ha sufrido casos de secuestros por parte de bandas internacionales aliadas con delincuentes locales.
El caso más reseñado fue el secuestro en 1996 de la alemana Nicola Fleuchaus y la suiza Regula Susana Siegfried por parte de un comando integrado por costarricenses y ex guerrilleros nicaragüenses que negociaron la liberación con los familiares de las europeas.
Otro de los casos que tuvo un amplio despliegue en 1992 fue el del entonces ministro costarricense de Seguridad, Luis Fishman, a manos del hondureño Orlando Ordóñez, que se las arregló para llevar a su rehén a Honduras en avión y exigir el pago de 100 mil dólares por su liberación.
Ese traslado de rehenes a otros países también se presentó en Argentina en 2003, cuando el joven Cristian Schaerer fue secuestrado y presuntamente llevado a Paraguay.
En los años 70 el secuestro era una práctica común de los grupos rebeldes para reclamar reivindicaciones sociales, pero hoy las víctimas son más empresarios y diplomáticos a cambio de rescate.
El banquero panameño Sam Kardonsky fue secuestrado en 1984 en su país por rebeldes colombianos y entregado en Ecuador en noviembre de 1985 tras el pago de una suma de dinero.
Las FARC también secuestraron en esa nación en enero de 2006 al médico español José Colastra y su hijo, quienes fueron liberados días después de pagar por su libertad.
http://www.educweb.org/webnews/ColNews-Mar07/Spanish/Articles/SefortaleceelsecuestroenA.html
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