Lokos y Xifladas

Lokos y Xifladas

lunes, 10 de marzo de 2008

La Atlantida, desde Platón hasta nuestros días.

 “El hombre que la soñó, la hizo desaparecer”. Con esta frase, el filósofo Aristóteles pretendía zanjar la posibilidad de que la Atlántida, la legendaria isla de proporciones continentales que desapareció tragada por las aguas, hubiera ocupado nunca un lugar físico más allá de la imaginación de quien la había descrito con todo detalle, Platón, que en su cautivador relato escenifica una sociedad perfecta en constante búsqueda de una felicidad común. En el “Timeo” (360 a.C.) Platón nos ofrece la trama esencial del mito, y donde podemos leer como un anciano sacerdote egipcio le había contado a Solón (uno de los Siete Sabios griegos) como los habitantes de una gran isla situada junto a las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) y mayor que Libia y Asia unidas (posiblemente se refería al norte de África y Asia Menor) trataron de adueñarse del orbe.
Tras los debates griegos sobre su existencia o no, los romanos , exceptuando las exiguas menciones de Plinio el Viejo en su “Naturales Historia”, el continente perdido no suscitó mayor consideración, ni tampoco en la Edad Media.
                                                                                                                                                                                  , En el Renacimiento
la leyenda fue recuperada por los humanistas, quienes la asumirán unas veces como vestigio de una sabiduría geográfica olvidada y otras, como símbolo de un porvenir utópico. El escritor mexicano Alfonso Reyes afirma que la Atlántida, así resucitada por los humanistas, trabajó por el descubrimiento de América. Francisco López de Gómara en su Historia General de las Indias, de 1552, afirma que Colón pudo haber estado influido por la leyenda atlántida y ve en voz náhuatl atl (agua) un indicio de vínculo entre aztecas y atlantes. Duante los siglos XVI y XVII, varias islas (Azores, Canarias, Antillas, etc.) figuraron en los mapas como restos del continente perdido. En 1626, el filósofo inglés Francis Bacon publica La Nueva Atlántida (The New Atlantis), delirante utopía en pro de un mundo basado en los principios de la razón y el progreso científico y técnico. En España, en 1673, el cronista José Pellicer de Ossau identifica la Atlántida con la península Ibérica, asociando a los atlantes con los misteriosos tartessios

En 1869,
Julio Verne escribe Veinte mil leguas de viaje submarino, novela que en su capítulo IX describe un alucinante encuentro de los protagonistas con los restos de una sumergida Atlántida. Tiempo después, en 1883, Ignatius Donnelly, congresista norteamericano, publica Atlántida: El Mundo Antediluviano. En dicha obra, Donnelly, a partir de las semejanzas que aprecia entre las culturas egipcia y mesoamericana, hace converger, de modo muchas veces caprichoso, una serie de antecedentes y observaciones que lo llevan a concluir que hubo una región, desaparecida, que fue el origen de toda civilización humana y cuyo eco habría perdurado en la leyenda de la Atlántida. El libro de Donnelly tuvo gran acogida de publico, en una época donde el avance de la ciencia permitía a su hipótesis aparecer seductoramente verosímil. Tanto fue así, que el gobierno británico organizó una expedición a las islas Azores, lugar donde el escritor situaba la Atlántida.

En 1888, la ocultista Madame Blavatsky publica La Doctrina Secreta, texto basado, supuestamente, en un documento escrito en la Atlántida, El Libro de Dzian. Según Blavatsky, los atlantes habrían sido una raza de humanos anterior a la nuestra, cuya civilización habría alcanzado un notable desarrollo científico y espiritual. En 1938, el jerarca nazi Heinrich Himmler organiza, en el contexto del misticismo nacionalsocialista, una serie de expediciones a distintos lugares del mundo en busca de los antepasados atlantes de la raza aria.


Al margen de lo
esotérico, el impulso generado por la obra de Donnelly, motivará también a numerosos historiadores y arqueólogos, tanto profesionales como aficionados, quienes durante el siglo XX desarrollaran teorías que ubicaran la Atlántida en los más distantes lugares, asociando a los atlantes con diferentes culturas de la antigüedad. Es así como en 1913, el británico K. T. Frost sugiere, con poco éxito, que el imperio cretense, conocido de los egipcios, poderoso y posiblemente opresor de la Grecia primitiva, habría sido el antecedente fáctico de la leyenda atlántida. Por su parte, en 1922, el arqueólogo alemán Adolf Schulten retoma y populariza la idea de que Tartessos fue la Atlántida. Tesis que cuenta con varios seguidores hasta el día de hoy. Otras hipótesis situarán la Atlántida en la isla de Malta, en el mar de Azov, en Sudamérica, en el Próximo Oriente, en el norte de África, en Irlanda, en Indonesia y en la Antártida.
Sin embargo, será la tesis de Frost, en un principio menospreciada, la que llegará a convertirse en la teoría más aceptada y difundida. En 1938, el arqueólogo griego Spyridon Marinatos plantea que el fin la civilización cretense, a causa de la erupción del volcán de Santorini, podría ser el fondo histórico de la leyenda. La idea de Marinatos será trabaja por el sismólogo Angelos Galanopoulos, quien en 1960 publicará un artículo en donde sugerentemente relacionará la tesis cretense con los textos de Platón. Si bien el propio Marinatos sostuvo siempre que se trataba de una simple especulación, la tesis de la Atlántida cretense ha tenido amplia aceptación y captado muchos seguidores, entre los que se cuenta el oceanógrafo francés Jacques Cousteau.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Un lugar imaginario?????? Menos mal que todavía hay gente que la sigue buscando. Teorizando si puede estar aquí... o allá...
si realmente existió o es una idea mitológica.

Gracias Tibu, me gustan mucho tus artículos y este blog.

Ya lo sabes.

Muakisss

asereT.

Mas Que Sorprendente Reloj: