La Emperatriz Elizabeth -Sissi- es una figura histórica de sobras conocida. Atacada por unos, alabada por otros, compadecida por algunos, quizá nadie -ni ella misma- supo qué se escondía en su alma, qué torturaba su corazón, qué quería, qué anhelaba. Su temperamento independiente, ajeno a las normas sociales, hizo temblar a la timorata Viena y palidecer a la propia reina Victoria, a Isabel II y el rey de Grecia. La vieja Europa no estaba preparada para entender a una mujer como Sissi. Nadie comprendió su camino sin fin, su lucha contra lo establecido. Nadie supo ver la profunda tristeza, la vulnerabilidad que se escondían detrás de esta mujer hermosa, que encandiló al mismísimo emperador de Austria, Francisco José. A este respecto, Ángeles caso en Elizabeth, emperatriz de Austria-Hungría recoge las que bien podrían haber sido las reflexiones de la propia Sissi:
"Toda mi vida ha sido una lucha por alcanzar un pequeño trozo del Paraíso, y he tenido que enfrentarme al mundo entero en esa cruel batalla que me ha dejado marcada de imborrables cicatrices".
Elizabeth no fue la princesa almibarada y tierna, un poco desvaída, que se muestra en las películas de Romy Schneider que en la década de los 50 hicieron creer a las niñas que de verdad existían los cuentos de hadas. Años después, la actriz volvería a interpretar a Sissi en Luis II de Baviera, dirigida por Luchino Visconti, aunque de una manera muy distinta a la trilogía (Sissi, Sissi Emperatriz y El destino de Sissi). No es tampoco la dulce heroína de los cuentos editados por Bruguera en los 70 -que hicieron las delicias de quien esto escribe- ni es la princesita de los dibujos animados que se emitieron en los 90, con motivo del aniversario de su muerte. Elizabeth fue una mujer rebelde, de extraordinaria inteligencia, que nació antes de tiempo y que vio con absoluta clarividencia cómo el gusano del tiempo corroía las fruta podridas de los Habsburgo.
Sissi nació el 24 de diciembre de 1837 en Munich, hija de Ludovica y de Maximiliano de Baviera, un matrimonio de conveniencia que, contra lo que leímos de niñas y vimos en el cine, nunca fue un matrimonio bien avenido. Max engañaba continuamente a su mujer; es más, solía almorzar con sus hijos ilegítimos. No obstante, el matrimonio tuvo 8 hijos. Sissi no estaba destinada a ningún alto cargo y vivió una vida sencilla, en la naturaleza, atendida y educada directamente por su madre, a quien quiso mucho y a quien habría de añorar en Viena.
Sissi no tenía que ser la esposa elegida por el Emperador, sino su hermana Helena, la hermosa Helena; pero Francisco José se prendó de la hermana pequeña, vestida de manera campesina, peinada con trenzas; la hermana-niña que parecía más ingenua, más dulce. Francisco José era 7 años mayor y toda la vida sintió hacia su esposa acaso más amor del que ella sintió por él.
La propia Sissi auspició las amantes de Francisco José, en las que encontraba el apoyo que ella no supo o quiso darle, la vida burguesa que él necesitaba. La primera fue Anna Nahowski y la segunda la actriz Catalina Schratt.
Sissi y Francisco José se casaron en 1854, cuando ella tenía 16 años. Francisco José vivía muy apegado a su madre, Sofía, hermana de Ludovica que era -según decían- "el hombre de palacio". Sofía quiso moldear a la joven Sissi para que aceptase con profesionalidad su cargo de Emperatriz, pero no lo consiguió y entre ellas se inició un desencuentro que habría de durar hasta la muerte de Sofía. Y es que Sissi no fue una novia feliz -se cuenta que lloró como una malva y que no se consumó el matrimonio hasta pasados unos días, con lo que significada para la corte vienesa.
A Sissi la aguardaban en el Palacio Imperial, el Hofburg (imagen), un puñado de arpías dispuestas a criticarla, a observarla y a anularla si hacía falta. Una de sus damas era la implacable condesa Esterházy. Su marido la amó, dio pruebas de ello, pero siempre se sintió apegado a su papel de Emperador, muy conservador, con lo cual no sirvió de mucha ayuda a su esposa en la lucha contra las convenciones sociales y las hipocresías de palacio. Francisco José fue un emperador a la antigua, con un gran trabajo sobre sus espaldas, que no acertó a ver que el mapa europeo estaba cambiando y, con él, toda la concepción del Imperio.
Sissi fue madre muy pronto. Su primera hija, Sofía, murió a los 2 años de edad, lo cual supuso un duro golpe para la Emperatriz. Le siguieron Gisela y Rodolfo. Todos le fueron arrebatados por su suegra quien consideró que ella sabría educarlos mejor. Sin embargo, Sissi, horrorizada, intervino cuando supo cómo era el preceptor de Rodolfo, Gonchecourt, un hombre cruel y, digamos que, masoquista, aunque el daño ya estaba hecho. Sólo se sintió plenamente madre cuando nació, en 1868, Maria Valeria, su hija adorada, de quien no habría de separarse mucho tiempo y a quien quiso entrañablemente.
Pronto Sissi mostró síntomas de una extraña enfermedad que no se supo diagnosticar -acaso depresión, acaso anorexia, acaso hastío, el mal romántico, puesto que Sissi representa muy bien el alma torturada e inconformista, algo narcisista, de los románticos-. Y emprendió un viaje a Madeira que para ella iba a ser el descubrimiento de que lejos de la corte podía respirar.
Así fue llamada la emperatriz viajera porque no paró de viajar desde entonces -incluso tenía su propio yate, el "Miramar": Corfú -en donde se construyó una villa-, Venecia, Biarritz, Merano, Mallorca, Sevilla, Londres, Summerhill...
Sissi fue madre muy pronto. Su primera hija, Sofía, murió a los 2 años de edad, lo cual supuso un duro golpe para la Emperatriz. Le siguieron Gisela y Rodolfo. Todos le fueron arrebatados por su suegra quien consideró que ella sabría educarlos mejor. Sin embargo, Sissi, horrorizada, intervino cuando supo cómo era el preceptor de Rodolfo, Gonchecourt, un hombre cruel y, digamos que, masoquista, aunque el daño ya estaba hecho. Sólo se sintió plenamente madre cuando nació, en 1868, Maria Valeria, su hija adorada, de quien no habría de separarse mucho tiempo y a quien quiso entrañablemente.
Pronto Sissi mostró síntomas de una extraña enfermedad que no se supo diagnosticar -acaso depresión, acaso anorexia, acaso hastío, el mal romántico, puesto que Sissi representa muy bien el alma torturada e inconformista, algo narcisista, de los románticos-. Y emprendió un viaje a Madeira que para ella iba a ser el descubrimiento de que lejos de la corte podía respirar.
Así fue llamada la emperatriz viajera porque no paró de viajar desde entonces -incluso tenía su propio yate, el "Miramar": Corfú -en donde se construyó una villa-, Venecia, Biarritz, Merano, Mallorca, Sevilla, Londres, Summerhill...
Y es que Sissi tuvo unas manías y unas características bien especiales: le gustaba montar a caballo, se hizo instalar un gimnasio en Palacio para practicar anillas, coleccionaba fotos de mujeres hermosas, le gustaba la caza del zorro, era capaz de caminar horas y horas sin dar muestras de cansancio, tenía un pelo larguísimo que le ocasionó dolores de cabeza y de espalda y, sobre todo, se obstinó en mantener la misma figura toda la vida. Medía 1,72 cm, nunca sobrepasó los 50 kg y mantuvo 40 cm. de cintura. Todo ello hoy se diagnosticaría como anorexia.
A Sissi le gustaban los caballos y los sentía muy cerca: a Dominó o a Nihilista -véase el nombre especial de este último-. También sentía predilección por los perros, en especial Shadow, quien habría de acompañarla durante muchos años, y por los papagayos.
Fanny Angerer fue su peluquera y hay que decir que no era una tarea fácil porque el pelo de Sissi caía como una cascada, de este modo Fanny estuvo más que bien pagada. Mientras la Emperatriz se sometía a las sesiones de lavado y peinado, aprendía húngaro,:
"La cabellera, de color rubio oscuro, llega a los tobillos de la emperatriz, que se la hace teñir de un tono castaño. La operación, dada la extrema longitud de los cabellos, requiere una notable habilidad, que Fanny Angerer, por supuesto, posee, y que es casi una insignificancia en comparación con la destreza que despliega para componer la elaboradísima corona de cabellos trenzados que ciñe la cabeza de la soberana" (Vals Negro).
Pocas veces posó Sissi para los pintores, pero lo hizo dos veces para Xavier Winterhalter en 1864 quien la pintó, en un retrato, con los cabellos sueltos -es el que presidió el despacho del Emperador- y, en otro, con el pelo recogido y un vestido de ensueño, que es el retrato oficial de Sissi.
No obstante, no fue una mujer vanidosa y veleta. Acaso tuvo un par de amores, el conde Andrássy y Middleton, pero fueron más imágenes platónicas que amores consumados.
Es cierto que ella intuyó el cambio político y supo ver qué había detrás de los nacionalismos. Así cuando viajaron a Venecia en 1856, cuando fueron tan fríamente recibidos o cuando defendió la causa húngara, a raíz de su amistad con Andrássy. Es más, Sissi aprendió húngaro, tuvo dos damas y amigas húngaras, Ida Ferenczy y María Festetics. Gracias a ella, sin duda, en 1876 se firmó el Tratado de Reconciliación por el que se concedía la soberanía parcial a Hungría y Sissi y su esposo fueron coronados reyes. Es más, Sissi vivió muy a gusto en el Palacio húngaro de Gödöllö y una de sus grandes aportaciones políticas fue conseguir el reconocimiento húngaro en el Imperio.
Elizabeth siempre estuvo muy preocupada por los manicomios, quizá por la locura evidente de algunos miembros de la familia Wittelsbach. Ella misma temió por su cordura.
Destaca también la vulnerabilidad de esta mujer que, cuando lo creyó oportuno, cubrió su rostro con velos y abanicos y prohibió que nadie le hiciese fotos. "Cuando el tiempo me haya marcado con sus huellas imborrables, yo envolveré mi rostro bajo velos, lo cubriré por siempre detrás de abanicos, para que la muerte pueda trabajar a solas, tranquila, en mi piel", llagó a decir.
Con la muerte, la famosa Dama Blanca, tuvo una relación muy estrecha nuestra emperatriz y es que esta dama, antes de encontrarla a ella, no le hurtó desgracias. Primero fue su hijita de dos años, su cuñado Maximiliano, quien emprendió la locura de ser Emperador en México y fue fusilado -el caso de su esposa Carlota, enloquecida, fue otro drama-; la muerte de su querido Rudi, Rodolfo -la maldición decía que el primer emperador se llamó Rodolfo y el último también-. Rodolfo fue un muchacho débil, enfermizo, que se dejó influir y que, enfermo de gonorrea, adicto a la morfina, no pudo aguantar el peso de la vida y se suicidó en Mayerling junto a su amante María Vetsera -a su esposa Estefanía de Bélgica la había dejado estéril al contagiarle la enfermedad venérea que padecía y que Sissi creía que era una cistitis- el 30 de enero de 1889. A esta muerte brutal la antecedió la de su primo, el loco, Luis II de Baviera, el 13 de junio de 1886, por quien Sissi sentía una gran afinidad.
Efectivamente, la mañana del 10 de septiembre de 1898, la emperatriz, que iba acompañada de Irma Sztáray, mientras paseaba por Ginebra, cerca del embarcadero, fue atacada por Ligi Luccheni, un anarquista de 25 años, con un estilete que le clavó en el corazón. La Emperatriz siguió andando, pero, al desabrocharle el corsé, una mancha de sangre presagiaba lo peor. Moría una mujer, nacía la leyenda. Su asesino se suicidó en la celda en 1910. Y Sissi fue enterrada en la Cripta de los Capuchinos (imagen, junto a su esposo y su hijo), justo donde no hubiera querido estar nunca.
Sissi fue una mujer enfrentada a su propia soledad, que quiso por encima de todo ser libre y que anduvo obsesionada por sus propios fantasmas; de ahí quizá esa obstinación en seguir caminando, en seguir viajando, en correr, en huir de sí misma.
Sissi fue también una mujer muy culta, que aprendió húngaro y griego, que admiró a Lord Byron, a Shakespeare (se indentificó muchísimo con la Titania de El sueño de una noche de verano), a Homero, a Esquilo y, sobre todo, a Heine, de quien recibió influencias a la hora de escribir sus dos poemarios Cantos del mar del Norte y Cantos de Invierno. La Emperatriz confió su obra al presidente de la Confederación Helvética para que fuese publicado al cabo de 60 años de su muerte. También confió la gran totalidad de su fortuna en la Banca Rothschild en Suiza para que sus allegados pudiesen vivir bien en el exilio. Tuvo una certera visión de futuro.
Y éste es un retrato mínimo de una mujer que sigue encandilando y atrayendo a quienes se acercan a ella, una mujer solitaria, con un alma atormentada que emprendió una búsqueda denodada hacia la muerte, hacia la autodestrucción, hacia el final, hacia una verdad que ella no supo ver.
Disculpen lo extenso del artículo, pero reducirlo más hubiese sido destrozarlo. Perdones..... y espero te guste.
5 comentarios:
Pues a mi me ha gustado mucho leer el artículo y no me pareció extenso.
Me apasionan todas esas historias que se han vuelto leyenda, como es el caso de Sissi, ademas, te transportan a una dimensio que si bien, es algo alejada de lo que fué realmente, si te hace soñar con palacios, princesas y amores..todo una apasionante combinacion...graciaas tibu!!!
Imagia
precioso ..siempre me gusto su historia ..leyendola veia pasar sus peliculas y la veia a ella a la rommy que hizo su papel ..muy bien hecho..me gusto recordar tibu gracias...nuski
Ains cielo, digo como nuski, Sisi caminando por los pasillos largos del palacio, con su cabello larguisimo y un candelabro en la mano... su llanto, sus pena.... mas hexo llorar coño :(... esta demas decirte, ke es buenisimo el articulo, masiaooooooooooooooo cielo, te merreces hoy mas cariñitos ke nunca muackkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk
Tu Feita.
GRacias tibu,,, ma encantaooo!!!
Anna
preciosa tibu, muchas gracias
conchi
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