Los orígenes de Paris se remontan a la antigua Lutecia de los parisios, asentamiento galo conquistado por Julio Cesar en el 52 a. C. En el S. III ya era una ciudad considerable que se extendía por las islas de la Cité y de San Luis, en medio del Sena.
Tras la decadencia del imperio Carolingio se convirtió en el centro de la nueva Francia de la dinastía de los Capeto, fundada por Hugo el Grande en el S. X, y desde entonces es la capital gala.
Paris estaba muy asociada con la expansión cristiana, la ciudad se cristianizó muy pronto y tuvo su propio mártir, San Dionisio (saint Denis), quien fue ejecutado en la colina de Montmartre (“el monte de los Mártires”) en el año 286. Dice la tradición que el santo recorrió los 10 kms que separan Montmartre del emplazamiento de la basílica de Saint-Denis llevando en las manos su cabeza cortada.
En la zona central de la isla se edificaron varias iglesias, así como el palacio real y unas afamadas escuelas de filosofía. Fue en esa area donde el entonces obispo de Paris, Mauricio de Sully, decidió levantar una nueva catedral, Así en 1160 encargó a un arquitecto, que se desconoce, la construcción de la iglesia más grande de la cristiandad.
Un domingo de junio de 1163 se colocó la primera piedra, acontecimiento al que asistio el propio papa Alejandro III.
Como todo edificio gótico, la construcción comenzó por la cabecera, que se levantó en apenas dos décadas. En el año 1182 se consagró el altar mayor y el obispo de Sully pudo celebrar allí la primera misa. Entre 1240 y 1250 el maestro Juan de Chelles, (el primer arquitecto conocido de Notre Dame) acabó la nave mayor y las dos torres de la fachada principal, y comenzó en las fachadas del crucero, que fueron culminadas por su sucesor, Pedro de Montreuil.
El punto final lo puso el maestro Juan de Rabi, quien construyó los impactantes arbotantes de la cabecera, de 15 metros de vuelo, que le dan ese aspecto tan característico, así como algunas capillas laterales que fueron añadidas entre 1300 y 1330.
La catedral fue ignorada por la monarquía, pero formó parte de la vida diaria de los parisinos. Fue escenario de una singular celbración , la fiesta del Asno, que cada 26 de diciembre consistia en que un personaje ataviado como prelado, al que se denominaba el “obispillo”, entraba en la catedral montado en un burro, desfilando a su alrededor cientos de “fieles” ataviados de forma grotesca, bailando y cantando coplas y sátiras, acabando el festejo con un gran banquete.
También fue utilizada como aula de filosofía por los profesores más reputados, llegando alumnos de toda Francia, llamados “goliardos”, siempre dispuestos a broncas y juergas.
Los obispos decidieron poner fin, y en 1215 se ordenó un decreto, en el que se dictaban unos estatutos para poner orden y velar por la moralidad en la Universidad.
También fue un centro de poder, pues junto a la iglesia tenían su palacio los obispos de París, verdaderos señores feudales con amplísima jurisdicción. No era raro que en la catedral se celebrasen juicios y ejecuciones. Como ejemplo, en 1314, frente al ábside, fue ejecutado en la hoguera Jacques de Molay, el último gran maestre de los templarios.
En el S. XVIII sufrió gravísimas agresiones, incluido el derribo del pilar de la portada central para permitir el paso de las grandes carrozas procesionales barrocas.
También la Revolución Francesa le produjo graves destrozos, ya que muchos revolucionarios la veían como símbolo del poder y la opresión a que la Iglesia y la monarquía habían sometido al pueblo. Fue asaltada por las masas, que destruyeron las 28 estatuas de la galería de reyes de la portada principal, pensando que se trataba de reyes franceses, cuando en realidad eran reyes de Judá e Israel.
Las campanas de bronce se fundieron para fabricar cañones, y los jacobinos la convirtieron en un templo para honrar a la diosa Razón, y Robespierre instituyó allí el culto al Ser Supremo.
Tras todo esto, de la catedral tan solo quedaban en pie la obra arquitectónica, pero en 1801 el gobierno de Napoleón Bonaparte firmó un concordato con la Santa Sede por el cual esta recuperaba la catedral, y en 1804 pudo coronarse en ella como emperador.
Pero el verdadero renacimiento de Notre Dame llegó a mediados del S. XIX a manos de Victor Hugo, que en 1831 publicó una novela, Nuestra Señora de París, que alcanzó enorme éxito en toda Europa.
Tras la decadencia del imperio Carolingio se convirtió en el centro de la nueva Francia de la dinastía de los Capeto, fundada por Hugo el Grande en el S. X, y desde entonces es la capital gala.
Paris estaba muy asociada con la expansión cristiana, la ciudad se cristianizó muy pronto y tuvo su propio mártir, San Dionisio (saint Denis), quien fue ejecutado en la colina de Montmartre (“el monte de los Mártires”) en el año 286. Dice la tradición que el santo recorrió los 10 kms que separan Montmartre del emplazamiento de la basílica de Saint-Denis llevando en las manos su cabeza cortada.
En la zona central de la isla se edificaron varias iglesias, así como el palacio real y unas afamadas escuelas de filosofía. Fue en esa area donde el entonces obispo de Paris, Mauricio de Sully, decidió levantar una nueva catedral, Así en 1160 encargó a un arquitecto, que se desconoce, la construcción de la iglesia más grande de la cristiandad.
Un domingo de junio de 1163 se colocó la primera piedra, acontecimiento al que asistio el propio papa Alejandro III.
Como todo edificio gótico, la construcción comenzó por la cabecera, que se levantó en apenas dos décadas. En el año 1182 se consagró el altar mayor y el obispo de Sully pudo celebrar allí la primera misa. Entre 1240 y 1250 el maestro Juan de Chelles, (el primer arquitecto conocido de Notre Dame) acabó la nave mayor y las dos torres de la fachada principal, y comenzó en las fachadas del crucero, que fueron culminadas por su sucesor, Pedro de Montreuil.
El punto final lo puso el maestro Juan de Rabi, quien construyó los impactantes arbotantes de la cabecera, de 15 metros de vuelo, que le dan ese aspecto tan característico, así como algunas capillas laterales que fueron añadidas entre 1300 y 1330.
La catedral fue ignorada por la monarquía, pero formó parte de la vida diaria de los parisinos. Fue escenario de una singular celbración , la fiesta del Asno, que cada 26 de diciembre consistia en que un personaje ataviado como prelado, al que se denominaba el “obispillo”, entraba en la catedral montado en un burro, desfilando a su alrededor cientos de “fieles” ataviados de forma grotesca, bailando y cantando coplas y sátiras, acabando el festejo con un gran banquete.
También fue utilizada como aula de filosofía por los profesores más reputados, llegando alumnos de toda Francia, llamados “goliardos”, siempre dispuestos a broncas y juergas.
Los obispos decidieron poner fin, y en 1215 se ordenó un decreto, en el que se dictaban unos estatutos para poner orden y velar por la moralidad en la Universidad.
También fue un centro de poder, pues junto a la iglesia tenían su palacio los obispos de París, verdaderos señores feudales con amplísima jurisdicción. No era raro que en la catedral se celebrasen juicios y ejecuciones. Como ejemplo, en 1314, frente al ábside, fue ejecutado en la hoguera Jacques de Molay, el último gran maestre de los templarios.
En el S. XVIII sufrió gravísimas agresiones, incluido el derribo del pilar de la portada central para permitir el paso de las grandes carrozas procesionales barrocas.
También la Revolución Francesa le produjo graves destrozos, ya que muchos revolucionarios la veían como símbolo del poder y la opresión a que la Iglesia y la monarquía habían sometido al pueblo. Fue asaltada por las masas, que destruyeron las 28 estatuas de la galería de reyes de la portada principal, pensando que se trataba de reyes franceses, cuando en realidad eran reyes de Judá e Israel.
Las campanas de bronce se fundieron para fabricar cañones, y los jacobinos la convirtieron en un templo para honrar a la diosa Razón, y Robespierre instituyó allí el culto al Ser Supremo.
Tras todo esto, de la catedral tan solo quedaban en pie la obra arquitectónica, pero en 1801 el gobierno de Napoleón Bonaparte firmó un concordato con la Santa Sede por el cual esta recuperaba la catedral, y en 1804 pudo coronarse en ella como emperador.
Pero el verdadero renacimiento de Notre Dame llegó a mediados del S. XIX a manos de Victor Hugo, que en 1831 publicó una novela, Nuestra Señora de París, que alcanzó enorme éxito en toda Europa.
Resumen del Artículo publicado en la revista Historia de National Geographic Nº 49.
4 comentarios:
Inmejorable, hermosas imagenes y mejor articulo.. me gusta muxo, gracias, cielo muacksssssssssssss
BUEN TRABAJO TIBU, MARAVILLOSO., GRACIAS POR COMPARTIRLO
preciosa!!!! es preciosa esta catedral y nio conocia su historia... gracias petardoooo....
me impresiono mas la catedral que la torre eiffel cuando estuve en paris...estupendo articulo...
Anna
Enhorabuena por el trabajo, me parece muy interesante toda la historia que recorre las paredes de la Catedral de Notre Dame, un monumento que me fascina por su arquitectura tan hermosa. Me adentré a ella por medio de un free tour donde nos explicaron mucho sobre su historia y curiosidades y me enganche a ella. Os recomiendo estos tour porque es la oportunidad de no perder detalle, yo escogí Tour Gratis por si os interesa. Gracias por el post, es increíble todo lo que sabes.
Un saludo.
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