Lokos y Xifladas

Lokos y Xifladas

domingo, 4 de noviembre de 2007

A mi novia le gusta enseñar el culito (III)

Después de la experiencia que me hizo vivir mi novia con el encargado y el de seguridad de nuestro edificio, nuestra vida cambió rotundamente. Ella se mostraba avergonzada por haber llegado tan lejos ese día y me reclamaba que no la hubiese parado a tiempo. Yo tenía un extraño sentimiento de culpa por haberla dejado que dos casi desconocidos le rompieran por primera vez ese culito tan hermoso, pero a su vez solo recordar esa escena me excitaba de tal forma que me hacía tremendas pajas imaginándola encamada con cada tipo que yo conocía.
Así transcurrían nuestros días aparentando entre nosotros que lo que había pasado había quedado en el olvido. Marcela se vestía mas recatada y con pantalones amplios que casi no dejaban ver la fabulosa cola que tanto le gustaba mostrar, y había vuelto a ser la mujer recatada de cuando la había conocido. Sexualmente todo pasaba sin ningún condimento extra, y ninguno de los dos nos confesábamos nuestras fantasías, pero estaba seguro que a ella le calentaba terriblemente recordar lo que habíamos pasado. Y no me equivocaba.

Una mañana saliendo del edificio junto a ella nos cruzamos con Rubén, que como recordarán es el de seguridad, y luego de intercambiar unos buenos días la encara a Marcela: - Señora, no sabe lo que extraño ver su precioso culito. ¿Cuándo me lo va a volver a mostrar?

- Nunca Rubén, le conteste yo.

- ¿Lo que dice su marido es verdad? ¿No recuerda lo que le gustó cuando se lo abrimos en dos con Sergio?, continuó Rubén.

Marcela no decía palabra, pero se notaba que le calentaba lo que Rubén le decía.

- Le cuento que hay dos albañiles de la obra de enfrente que siempre que la ven salir se cruzan y me preguntan por usted y se la pasan elogiando su cola. ¿No tiene ganas que se la vean mas de cerca?, prosiguió el zorro de Rubén sabiendo que eso la ponía a mil.

Marcela se mordió el labio inferior para aguantarse la calentura que tenía y le contesto haciéndose la ofendida:

- No, eso ya no me gusta más, no creyendo ni ella misma lo que decía.

Rubén largo una carcajada, por lo evidente de la mentira que había sido la respuesta y continuó:

- Bueno si así lo quiere, es una lástima, usted se lo pierde. Si cambia de idea la esperamos esta tarde en la cochera cuando regrese del gimnasio.

- No gracias, contesto Marcela y nos retiramos hacia nuestros trabajos sin hacer ningún comentario de lo sucedido.

En mi oficina me imaginaba constantemente a mi novia agachada ante los dos albañiles exhibiendo su culito y eso me tuvo toda la tarde como un fuego. Hasta llegue a lamentar que ella no quisiera. En mi regreso a casa me extrañó no encontrar a Rubén en la casilla de seguridad de la entrada por lo que le pregunté al reemplazante:

- ¿Qué le pasó a Rubén?

- Nada señor, está ayudando a unos albañiles a hacer un trabajo en las cocheras, por eso lo estoy reemplazando. Acaba de bajar, así que si necesita hablar con el lo puede alcanzar, me contestó.

No podía ser tanta coincidencia, en esto tenía que ver mi novia, así que apuré el paso y baje las escaleras que dan a la cochera tratando de no hacer ruido. En el primer nivel no se escuchaba nada, así que seguí bajando hasta el último nivel que es el lugar donde no se guardan coches, sino las herramientas y maquinas para la manutención del edificio.

Al escuchar un murmullo me acerque y ahí estaba Marcela apoyada de frente en una pared con la espalda un poco arqueada, sacando el culito para afuera, vestida con un top blanco y unas calzas azules de gimnasia. Frente a ella y sentados en el suelo estaban Rubén y no dos sino tres tipos de aproximadamente 50 años sin pantalones y con los miembros en la mano.

Mi novia les movía el culo y cada tanto daba vuelta la cara y los miraba con una expresión de puta que los volvía locos, mientras Rubén le decía:

- Ya me parecía que no había dejado de ser viciosa y que le sigue gustando mostrar ese culito roto.

- Mire que dura se la está poniendo a los señores. Hágale un buen espectáculo que de premio la vamos a ensartar entre los cuatro.

- No, dijo Marcela mirando seria a Rubén, habíamos quedado que ninguno me puede tocar, solo pueden mirarme, o es así o no continuamos.

- Esta bien señora hagamos como usted quiera, le contesto Rubén.

- Ya que solamente podemos mirar ¿qué espera para mostrarnos la tanguita señora?, dijo uno de los albañiles.

- Si bajase la calza y muéstrenos esa bombachita de putita que usa, pidió Rubén.

Marcela metió los dedos en el costado de la calza y tiró hacia abajo muy despacio hasta dejarla a la altura de las rodillas y dejando al descubierto una tanguita rosa tan diminuta que dejaba ver el precioso culito que tiene. Se abrió un poco de piernas y se agachó dando una vista impresionante a los tipos que ya a esta altura estaban con sus miembros totalmente erectos.

En eso Rubén se paro fue hasta donde estaba mi novia y le ayudo a sacarse las calzas y el top quedando solamente vestida con la tanga rosa y las zapatillas. Mi novia le agradeció que la ayudara a desvestirse, pero le ordenó que volviera a su lugar. Rubén así lo hizo, se desnudó por completo y se sentó al lado de los albañiles, que ya a esta altura se masturbaban frenéticamente, mientras Marcela se ponía en cuatro con las piernas abiertas, con la tanguita un poco corrida y con un dedito dentro de la conchita.

Yo miraba todo con una calentura terrible y no podía creer que mi señora se animara a hacer tremendo espectáculo sin que yo estuviera presente para cuidarla si alguno se quería zarpar. Evidentemente por el dialogo caliente que se generó entre los cinco, Marcela ni había pensado en ello.

- No les dije que la señora tiene un culito hermoso, dijo Rubén a los otros.

- Cuéntele a los señores como le comimos la colita hace unos días, continuó.

- ¿Así que ya tuvo varias lenguas en su culito señora? preguntó uno de los albañiles.

- ¿Le gustó que se lo comieran?, preguntó otro.

- Me encanto que me lo chupara Rubén, contesto Marcela, que por el grado de calentura que tenía le salió la voz entrecortada.

- Mire que es putita, pensar que su marido esta trabajando y usted toda desnudita abriendo el culo para cuatro tipos, dijo Rubén.

Cuando escuchó esto, Marcela dio vuelta la cara, los miro, se paso la lengua por los labios y les preguntó:

- ¿Quieren ver mi agujerito roto?, mientras el dedo que tenia en la conchita entraba y salía a un ritmo mayor. No esperando la respuesta ya que sabía que iba a ser afirmativa, se corrió hacia un costado toda la tanga y dejo al aire su precioso hoyito.

- ¿Qué les parece? preguntó.

- De acá no lo vemos muy bien, ¿podemos acercarnos sin que usted se enoje?, preguntó el tipo que hasta ahora no había dicho palabra.

- Bueno, está bien, acérquense un poco, pero solo un poco.

Todos se pararon, se terminaron de desnudar y fueron a donde estaba mi señora que, por la forma que los miraba y gemía demostraba que había perdido totalmente el control de la situación. Cosa que aprovecharon Rubén y los tres tipos, acercándose a centímetros y sentándose en semicírculo alrededor del culo de mi novia.

- ¿Señora, no se metería un dedito en ese agujerito para nosotros?, preguntó uno. Cuando Marcela acercaba el dedo al culo, el tipo le detuvo la mano y le dijo:

- Espere señora, deje que antes se lo lubrique un poquito así le entra más fácil. Inmediatamente acercó la boca al hoyo y le metió la lengua de tal forma que mi novia por el gemido que pegó se notó que lo disfrutó terriblemente.

Al darse cuenta los otros que Marcela se retorcía de placer, comenzaron a meterle manos por todos lados. Mientras le tocaban las tetas, la conchita y le metían dedos en la boca le decían:

- ¿Está que explota de la calentura?, eh señora.

- ¿Le gusta las cuatro pijas que se va a comer?

- Le vamos a destrozar ese culito hermoso que tiene, le decían mientras se turnaban para pasar la lengua por el culo de mi novia.

En un momento Rubén se paro y le ordenó:

- Metase esta pija que tanto le gusta en la boca, a lo que Marcela obedeció enseguida, chupandosela desesperadamente. Rubén le gritaba:

- Póngala bien dura señora así le gusta mas cuando la tenga en su culo. ¿No tiene ganas que la empecemos a ensartar?.

Marcela solo gemía y asentía con la cabeza, a lo que el tipo que estaba comiéndole la cola se levantó apoyó su tremenda verga en la entrada y de una embestida se la ensartó hasta el fondo. Mi novia gritaba y se retorcía, se sacaba una pija de la boca y se metía otra, una y otra vez, estaba como poseída. Se pasaban el culo, salía uno y se lo entregaba a otro tipo y éste después de unas cuantas sacudidas, le dejaba lugar a otro, le chupaban la espalda, los pies, le sacaban la verga de la boca y la besaban metiendole la lengua hasta la garganta. Mientras tanto yo no podía creer ver a mi novia tan rubiecita, tan joven, con esa piel tan suavecita y dejándose dar por tres albañiles morochos y de 50 años y dejándose meter las manos sucias de cemento en cada centímetro de su cuerpo, y lo peor de todo que se veía que lo disfrutaba tremendamente.

De repente Rubén se separó de mi novia y les ordenó a los otros que también lo hicieran. Les indicó que se fueran a sentar, el fue con ellos y mientras tanto Marcela desconcertada lo miraba y aprovechaba para descansar las rodillas acostándose boca abajo.

- Ahora quiero que se de vuelta y se masturbe mirando estas cuatro pijas, le ordenó Rubén.

- Ella se dio vuelta, apoyo la espalda en la pared, se metió dos dedos en la conchita y con la otra se tocaba los pechos.

- ¿Está necesitada de estas cuatro pijas grandes no?, dijo un tipo. Marcela los miraba con cara de putita y les sacaba la lengua.

- Mírelas bien, así puede pajearse recordándolas cuando este sola o con el cornudo de su marido, dijo el otro albañil.

- Quiero que nos pida que le llenemos de leche todos sus agujeros a la vez, continuó Rubén. - Si, por favor rómpame toda, suplicó Marcela.

- ¿Me promete que cuando yo quiera compartir ese precioso culito con otros amigos nunca se va a negar? preguntó Rubén.

- Si se lo prometo, pero por favor cojanme ya.

- Venga y siéntese en mi verga, ordeno Rubén. A lo que mi novia lo hizo inmediatamente ensartándose la verga en la conchita y quedando de frente con Rubén, a lo que éste aprovecho y le encajó un terrible beso de lengua.

Marcela se amacaba desesperada. De pronto dos albañiles se pararon y le pusieron las pijas a la altura de la cara, las que mi señora chupaba un rato a cada una. Y como era de esperar el tercer albañil se dirigió directo a su culito y la penetró hasta el fondo. Todo era un concierto de gemidos, les estaban dando por todos lados y mi novia cabalgaba con ganas.

Estuvieron así un rato hasta que comenzaron a rociarla de semen; primero le llenaron la boca, después el culo y por último Rubén le inundó la conchita. Todos tomaron su ropa y se retiraron dejando a Marcela acostada en el suelo con semen chorreando de todos los agujeros. Yo a esa altura ya había tenido dos orgasmos, así que en silencio me dirigí a mi departamento para esperar a mi novia a ver si me contaba lo sucedido.

En el próximo relato les contaré como siguió esto.

Tomado de la Red.

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